martes, 21 de febrero de 2012

EZEIZA

Ezeiza; 10 de las mañana, detras de los Rayban truchos comprados a un vendedor de Senegal en una playa de Terragona, el gesto cansado y agotado de Enrique se adecua plenamente a la situación de aquella sala del aeropuerto.
A unos escasos tres metros reina el caos total, la reencarnación en realidad del circo que los canales de TV propagan, Enrique tan solo los mira y sin conocer absolutamente del medio televisivo argentino, va haciendose la idea de que hay mucho de circo; los gritos van y vienen transformando los reclamos y quejas en insultos, para dar paso a la risueña policia que llega para apaciguar y que termina en sonrisas plenas.
El autobus que lleva a los pasajeros a los aviones abre paso y emprende camino, no sin antes dejar soltar un par de buenas puteadas para no perder la costumbre, todo sigue, todo continúa, pero el avión mas pequeñito aún no arranca, hay que esperar, hasta que por fin si, despega y de a poquito comienza a saludar desde arriba al llamado rio mas ancho del mundo.

viernes, 10 de febrero de 2012

EJÉRCITOS

Por un instante desee con todas mis fuerzas desaparecer de aquella porción del planeta tierra; iba bien despierto arriba de un tren de largo destino y sentado precisamente en el último asiento del vagón, con un frío que me calaba los huesos por no haber llevado el abrigo adecuado; si algo me faltaba era ver una tropa entera de don nadies enfrente mio, cosa que por suerte no sucedió.
Pero que no hubiera tropa, no significa que no hubieran allí extravagantes  ejércitos de un solo hombre, todos muy variopinto que poco a poco me iban intimidando con sus no miradas.
Se sabe que los ejércitos no son nada sin armas, y todos aquellos hombres eran ejércitos porque poseían armas y que representaban una amenaza, sobre todo para mi que pude advertir el peligro casi al instante.
Esos ejércitos petit e individuales me apuntaban con su clara e imprudente indiferencia, y con esas mismas armas lograban causarme un daño profundo que no hacia otra cosa que hacerme regar peste sobre este siglo raro, determinándome así a pensar que no... que era otra cosa, que este mundo era otra cosa, que esta vida... era otra cosa.
Los hombres enfrascados en un mundo que te imprime a conectarte/desconectarte mediante signos cada vez mas resumidos, donde nadie vive pendiente de la otra mirada, sino que desea hipotecar todo aquello que antes si se daba a un aparato de 200 dolares.
Cuando el tren por fin llego a su destino, con un calor vaporoso por todo el medio perceptible, no tuve mas opción que internarme en la calle corriendo presuroso a buscar mi objetivo mas preciado: la salvación.
Pensé por un momento en las teorías religiosas de las iglesias descartables construídas de hormigón, pero inmediatamente recordé que sus vigas eran de plástico, que sus sermones eran de verborragia vomitiva y que lo mas real y sostenido en la cotideanidad pura que tenían, eran sus pedidos de dinero/limosnas.
Allí mismo cuando el siglo se me abalanzo y me empezé a pechar con esos garroneros empujones, tuve el valor para sentirme dentro de una canción-poema, no la cante ni la escribí, pero la tarareé en mi mente, supe que estaba enfrentado a ejércitos y que por eso yo también o me armaba o quedaba eliminado, ser neutral no era redituable, al menos en la vida.