miércoles, 30 de noviembre de 2011

GRAFFITIS EN EL BARRIO

Por desgracia en el mismo lugar donde tengo puesto la mirada, tuvo origen uno de esos mitos que nadie quisiera tener en su barrio, aquí mismo fue la escena del crimen en aquella maldita noche, un minuto, o peor aún, un mísero segundo de terror que sobrevoló en aquella botella que hizó impacto directo en la sien de Marquitos, mi amigo de la infancia.
Hay algo que la mayoría de los que hemos estado metidos en un antro alguna vez, tenemos bastante bien aprendido, y nace en el verbo escapar.
Estoy pensando en esas noches en las que no vale la pena quedarse en casa consumiendo la mierda de la TV, no vaya a ser cosa que nos gane por cansancio, o que una misma ridiculez nos golpee desprevenidos en la soledad.
Los ojos conquistados y los miembros inquietos moviéndose de un lado hacia otro, son moneda corriente en esas noches, la explicación es que sencillamente todos se sienten bien y creen en la utopía que la noche nunca culminará y así ese ritmo demencial, mantendrá el botón del pensamiento en un modo Off continúo. Precisamente así fue como empezaba aquella fría noche, era todo alegría, eramos tan solo un rejunte de sonrisas que amenazaban el invierno.
No estoy haciendo una apología de nada, pero debo decir que hay cierto peligro en el propio interior de cada uno cuando se dan situaciones extrañas, sin intento de echar culpas, aún en el barrio lamentamos mucho la pérdida física de Marquitos, y eso si que es extraño, en vistas de que en el barrio nunca antes se había dado tal unanimidad.
Dicen los mas viejos que siempre hay una primera vez para todo, aunque siempre salvaguardando que la muerte, es esa excepción que no nos permite hacer un análisis mas allá del comienzo y final del mismo hecho, resulta demasiado aventurado pensar en que pasa en el lapso posterior a la muerte, y por supuesto que es mucho mas sencillo ahondar en las razones del deceso que en lo que viene después.
En un cajón donde guardo algunos recuerdos, permanece el recorte del diario de aquella trágica noticia, un triste titulo en una página deteriorada y en blanco y negro que poseo para no olvidar a aquel viejo amigo.
Pero en verdad, aunque fuera todo lo contrario y no quisiera recordarlo, creo que no podría, porque el recorte del diario se puede romper, quemar, desintegrar, pero los graffitis en las calles ahí permanecen y ahí se quedarán entre muros desgastados y calles que no olvidan.
El recuerdo de aquel niño y luego de aquel adolescente tan amigo mio, me brota cada vez que vuelvo a mi barrio, a veces se transforma en bronca, pero la mayoría de las veces se cristaliza en lágrimas que caen por mi mejillas, sin entender mucho porque el ya no me espera allí.
Por suerte el barrio nunca olvidó, ni perdonó ese crimen, y si bien eso es un mimo al corazón, la herida nunca va a cicatrizar del todo, siempre va a doler un poco y en cada noche lluviosa el dolor se agiganta un poco mas.
Hoy, el mes de junio entrega una fecha especial, se cumple un nuevo aniversario de la desaparición física de Marquitos, y para variar la lluvia cae serena sobre el asfalto, otro día mas y van... en el diario, un recuerdo de los que no lo olvidamos y lo llevamos siempre presente, no solo en el día, sino todo el año. Poco me importan hoy las palabras que el intendente ha dado por un nuevo cumpleaños de la ciudad, vaya fatal coincidencia que le da un marco solemne a la demagogia diaria.


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