jueves, 8 de diciembre de 2011

CALAMARO EN VERSIÓN SALMON IRRESPETUOSO


Cada vez que voy a un concierto de Andrés Calamaro, sucede algo particular, incluso mucho antes de que suenen los primeros acordes, de hecho sus letras usurpan el tiempo que transcurre en el camino desde mi casa hasta el lugar donde va a tocar, no importa donde toque, y no importa donde sea mi casa, eso da igual, las frases toman posesión de la mente de manera autoritaria.
Estoy convencido que a Andrés cuando va a sus conciertos le pasa exactamente lo mismo que a mi, las letras de canciones se le apoderan de su mente, lo que si ignoro es si son sus letras o son las letras de otro autores las que retumban en su cerebro. Pero es una certeza de que si son sus propios textos, uno de ellos debe ser “No se que quiero, pero se lo que no quiero, se lo que no quiero y no lo puedo evitar” (Donde manda marinero). Es que Calamaro a veces, parece ser un hombre poseído por ciertas dudas que hacen opacar las certezas que su arte brinda, esas que emanan por ejemplo cada vez que da a luz a nuevas canciones.
Cada artista tiene sus berretines, pero sucede a veces que algunos van en contra del público que es quien paga la entrada, y en cierta forma tiene un grado de soberanía relativo, allí el limite entre un transgresor y un irresponsable es territorio escabroso.
Siendo un día miércoles pude llegar a la sala del concierto justo 10 minutos antes de la hora estipulada, a una hora que no hubiese deseado llegar, ya que siempre me gusta llegar media o una hora antes y tomar algo, para ir sintiendo y palpitando el ambiente, sobre todo cuando el artista que voy a ver realmente me interesa. Es el caso de Andrés, un músico del cual me debo confesar admirador de su obra, en las cuales muy fácilmente distingo no menos de 20 canciones que me han dejado huellas.
Pero resulta que para mi sorpresa, y contraviniendo aquella costumbre de que los conciertos de rock deben tardar y empezar mas tarde de lo previsto, el concierto ya había dado inicio; una sensación rarísima se apodero de mi mente al instante; la sola suposición de que hubiera tocado mis dos canciones preferidas me atormentaba, y por eso me acerque hasta un tipo que coreaba las canciones envuelto en una bandera argentina para preguntarle cuanto hacia que había empezado el show. La respuesta me dejo helado.
El show estaba casi en el ecuador y muchas de las canciones que mas me gustan, ya se habían transformado en pasado inmediato, realmente no lo podía creer, al parecer Calamaro decidió dar inicio antes de la hora porque estaba “ansioso”, si como se lee,  así de sencillo, su aburrimiento en el camerino pudo mas que el respeto hacia su público y por tanto privo al quien el mismo llama de “el respetable” de lo que además era un show con una entrada de un precio muy elevada (costaba el doble de la media que generalmente se cobra).
Es dificil hablar de un show, cuando la primera sensación que a uno le aparece es la del mal humor, diría que de esa manera hasta se corre el riesgo de entrar en un terreno extremadamente subjetivo y por tanto peligroso, pero en realidad la subjetividad está flotando todo el tiempo en el aire, y en el rock también.
En teoría lo que AC iba a proponer aquella noche, era la presentación oficial de su último disco, y si no me equivoco apenas toco 3 canciones, lo cual es para quien escribe equivalente a una fantochada total.
Cuando un artista promociona y lanza un disco, y así llega a la gente que lo escucha y le gusta, el artista debe complacer al público pero no por un tema de cortesía o agradecimiento, sino por cuestiones... ¿legales? Si hasta el diseño de la entrada era la tapa del disco “On the rock”.
Precisamente el nombre de esa última placa es algo que al menos llama la atención, proviniendo de la misma persona que hace un día dijo que el rock debe prescindir del uso de la palabra “rock”, es una especie de contradicción gorda que una vez mas resta puntos de credibilidad.
Me niego a adular y aceptar todos los caprichos de los artistas, esto no es un tema de fanatismos, es un tema de principios, y la verdad que al público le paspa bastante esas circunstancias. Seguramente no a todo el público le molesta, de hecho me paso algo muy curiosa de una chica que me pregunto quien era el que estaba cantando en el escenario, cosa que mas que sonrojarme me dejo en alerta, el nivel de ignorancia cuando se da un concierto gratuito es de no darle cabida, pero ya cuando el espectáculo es tan oneroso, al menos da para pensar con respecto a la cabecita de la gente.
Me gustaría hablar mas de música, referirme a las canciones, a las guitarras, a las letras y a la empatía, pero me niego esta vez, voy a tratar de olvidar aquel concierto y pensar que Calamaro sabe y puede reivindicarse, porque aquella versión del salmón fue cuando menos irrespetuosa.

1 comentario:

Muertevideano dijo...

Con todo respeto ahcia tí, Andrés Calamaro me parece un músico muy mediocre absolutamente sobrevalorado por razones que aún trato de descubrir.